miércoles, 2 de octubre de 2013

Bienvenido/a

En este blog encontrarás una recopilación de los más curiosos y fascinantes experimentos psicológicos llevados a cabo por el ser humano a lo largo de la historia escrita.


martes, 1 de octubre de 2013

El Experimento de Rosenhan (1973)

El experimento de Rosenhan fue un famoso experimento sobre la validez del diagnóstico psiquiátrico que llevó a cabo el psicólogo David Rosenhan entre los años 1968 y 1972. Fue publicado en 1973 en la revista Science bajo el título "On being sane in insane places" ("Estar cuerdo en lugares dementes"). El estudio está considerado como una importante e influyente crítica a la diagnosis psiquiátrica.

El estudio de Rosenhan constó de dos partes. En la primera parte, colaboradores sanos o "pseudopacientes" (tres mujeres y ocho hombres) simularon alucinaciones acústicas para ser internados en 12 hospitales psiquiátricos de cinco estados de los Estados Unidos. Todos fueron efectivamente admitidos y diagnósticados con enfermedades psiquiátricas. Después de ser internados, los pseudopacientes se comportaron con normalidad y comunicaron a los responsables de los establecimientos que se encontraban bien y que no habían sufrido más alucinaciones. Los responsables médicos no sólo no detectaron a ninguno de los pseudopacientes, sino que creyeron que manifestaban síntomas de enfermedad mental real. Varios permanecieron recluidos durante meses.

Todos fueron obligados a reconocer que padecían alguna enfermedad mental y a aceptar medicarse con antipsicóticos como condición para ser dados de alta. La segunda parte se llevó a cabo cuando uno de los establecimientos psiquiátricos desafió a Rosenhan a enviar pseudopacientes a su hospital para que su personal los detectara. Rosenhan aceptó y en las siguientes semanas de los 193 pacientes que el hospital atendió, identificó a 41 como posibles pseudopacientes, 19 de los cuales habían levantado las sospechas de al menos un psiquiatra y otro miembro del personal. En realidad, Rosenhan no había enviado a nadie al hospital.


El Experimento del Espectador Apático (1968)

El efecto espectador se demostró por primera vez en el laboratorio de John Darley y Bibb Latané en 1968 después de que se interesaran en el tema a raíz del asesinato de Kitty Genovese en 1964. Estos investigadores iniciaron una serie de experimentos que dieron lugar a uno de los efectos más fuertes y replicables de la psicología social. En un experimento típico, el participante se dejaba solo, o en un grupo de otros participantes y cómplices. Una situación de emergencia entonces aparece en escena. Luego, los investigadores miden el tiempo que le toma a los participantes actuar, y si intervienen o no e lo absoluto. Estos experimentos a menudo han encontrado que la presencia de los demás inhibe la ayuda, a menudo por un amplio margen. 

Por ejemplo, Bibb Latané y Judith Rodin organizaron un experimento en torno a una mujer en peligro en 1969. 70 por ciento de las personas solas llamaron o fueron a ayudar a la mujer después de que creían que se había caído y se había lastimado, pero cuando había otras personas en la habitación: sólo el 40 por ciento ofrecía ayuda.





El Pozo de la Desesperación (1960)


El Dr. Harry Harlow era una persona antipática que utilizaba términos como “la tortura de la violación”, “la doncella de hierro” y “el pozo de la desesperación” en sus experimentos. Es conocido por los experimentos que realizó en monos rhesus sobre el aislamiento social. El Dr. Harlow se hizo con unas cuantas crías de monos rhesus que ya habían tenido contacto con su madre.Sustituyó a sus madres originales por 2 tipos de madres para ver con cuál se quedaban: 

1) Una estaba formada por una estructura metálica con un biberón. 
2) La otra carecía de biberón pero estaba hecha de felpa y tenía un tacto más agradable. 

Los monos eligieron la madre de felpa aun sabiendo que no tenía alimento. Solo cuando tenían mucha hambre acudían corriendo a la otra para comer y volverse corriendo a la madre de felpa. Preferían la seguridad al alimento. Gene Sackett, de la Universidad de Washington en Seattle, uno de los estudiantes de doctorado de Harlow, dijo que el movimiento de liberación animal en los EE.UU. nació como resultado de los experimentos de Harlow.




El Experimento Milgram (1961)

Desde que somos pequeños se nos acostumbra a obedecer a figuras de autoridad. Por eso, en 1961, el psicólogo Stanlye Milgram realizó un experimento en la Universidad de Yale. El fin de la prueba era medir la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad aunque entrara en conflicto con su conciencia personal. Su idea era demostrar que la obediencia puede ser peligrosa y que una persona podría lastimar a otra únicamente porque alguien con mayor autoridad se lo pedía. En el experimento, las personas tenían que jugar el rol de profesor y administrar choques eléctricos a sus “alumnos” por cada mala respuesta.
Después de administrar los choques eléctricos, los profesores podían oír los gritos de dolor —fingidos— provenientes de los alumnos que estaban del otro lado de la habitación. A pesar de eso, muchas personas continuaron con el castigo, ya que el encargado del experimento se los pedía. Muchos estudios similares se han hecho desde entonces, y todos demuestran que la mayoría de la gente está dispuesta a hacer a un lado su moralidad, con tal de obedecer a alguna autoridad.

El Gorila Invisible (1999)

Un experimento realizado por Christopher Chabris y Daniel Simons que puso a prueba 

la percepción visual y la atención del ser humano. En la prueba aparecen seis personas, tres 

vestidas de color blanco y otras tres de negro, pasándose una pelota de baloncesto y se pide 

contar cuántas veces se pasan la pelota los de blanco, aunque en realidad el número de 

pases es lo de menos en este experimento.



El Experimento de Asch (1951)

En los años 50, un psicólogo apellidado Asche realizó un experimento muy simple: en un cuarto juntó a varias personas, de las cuales algunas eran actores contratados y sólo una era común y corriente. El ejercicio consistía en mostrarles hojas con rayas de diferentes tamaños y preguntarles cuál era la más grande —obvio a simple vista—, pero los actores contestaban mal a propósito con la intención de confundir a la persona y analizar su comportamiento. ¿Qué sucedió? El sujeto en cuestión respondió lo mismo que los actores, sabiendo que era incorrecto, sólo para estar de acuerdo con el resto de las personas reunidas. El estudio demuestra que la gente se conforma con lo que opine un grupo con tal de jugar un rol dentro del él, cediendo a la presión social para evitar la crítica y por temor a la equivocación.




El Experimento de la Prisión de Stanford (1971)


En 1971, Philip Zimbardo, psicólogo en la universidad de Stanford, convocó a un grupo de estudiantes para estudiar la manera en que se asumen ciertos roles —y, secretamente, para explorar la noción del mal en el alma humana. Simulando una cárcel, algunos tomaron el papel de guardias y otros el de prisioneros, aunque sin avisarles previamente. Una mañana kafkiana los primeros fueron a los hogares de los segundos y los arrestaron, llevándolos a celdas donde los vigilaban y incluso más que eso: pasados algunos días, el poder obtenido súbitamente trastornó tanto a los guardias que pronto incurrieron en prácticas sádicas como la tortura. Apenas 6 días después de iniciado, Zimbardo se vio forzado a suspender el experimento.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El Experimento del Buen Samaritano (1973)

Darley y Batson llevaron a cabo un experimento en 1978 para probar los hechos posibles detrás del comportamiento altruista.
Las variables a analizar fueron el apuro del participante y cuán ocupada estaba su mente con otros asuntos. El experimento se construyó de la siguiente manera:
Los investigadores del experimento tenían tres hipótesis que querían verificar.
  1. Las personas que piensan en la religión y en principios superiores no serían más propensos a mostrar un comportamiento de ayuda que los laicos.
  2. La gente apurada sería mucho menos propensa a mostrar un comportamiento de ayuda.
  3. Las personas que son religiosas por beneficio propio serían menos propensas a ayudar que las personas que son religiosas porque quieren adquirir conocimiento espiritual y personal sobre el significado de la vida.
Para este experimento, se reclutaron estudiantes de la carrera de estudios religiosos. Éstos tuvieron que completar un cuestionario sobre afiliaciones y creencias religiosas para ayudar a evaluar y juzgar los resultados de la hipótesis 3.
Los estudiantes recibieron una enseñanza e instrucción religiosa y luego se les pidió que fueran de un edificio a otro. Entre los dos edificios yacía un hombre herido que parecía necesitar ayuda desesperadamente.
La primera variable de este experimento fue la cantidad de urgencia impresa en los sujetos: a algunos se les dijo que no se apuraran y a otros se les dijo que el tiempo era oro.
También se probó la mentalidad relativa del sujeto. A un grupo se le dijo que daría una conferencia sobre procedimientos en el seminario, mientras que al otro se le dijo que iba a dar una charla sobre el "Buen Samaritano".
Los investigadores construyeron un plan de seis puntos para evaluar el comportamiento de ayuda, que iba desde aparentemente no darse cuenta de que había una víctima hasta negarse a irse hasta que llegara la ayuda y la víctima estuviera en buenas manos.
Los resultados del experimento fueron interesantes. El apuro relativo del sujeto fue el factor principal: cuando el sujeto no tenía prisa, casi dos tercios de las personas se detuvieron a prestar asistencia. Cuando el sujeto estaba apurado, el número se redujo a uno de cada diez.
Las personas que estaban yendo a dar un discurso sobre ayudar a otros eran casi dos veces más propensas a ayudar que las personas que iban a dar otras charlas. Esto demuestra que los pensamientos de la persona influyeron en el comportamiento de ayuda.
Aparentemente, las creencias religiosas no aportaron mucha diferencia en los resultados. Ser religioso por beneficio personal o como parte de una búsqueda espiritual no pareció tener mucho impacto en la cantidad de comportamiento de ayuda mostrado.

Conclusiones

Al parecer, la explicación principal por la que las personas no se detenían a ayudar a la víctima era el grado de obsesión que tenían con el apuro.
Incluso los estudiantes que iban a hablar sobre el Buen Samaritano fueron menos propensos a parar para ofrecer ayuda si iban corriendo de un lugar a otro.
Por lo visto, las personas que estaban apuradas ni siquiera notaron la presencia de la víctima, aunque, para ser justos, una vez que llegaron a su destino y tuvieron tiempo para pensar en las consecuencias sintieron algo de culpa y ansiedad.
Esto indica que ignorar a la víctima no necesariamente es consecuencia de una actitud indiferente, sino de estar tan metido en las cosas de uno que realmente no se nota la presencia de la víctima.